Templos de la perplejidad

 

Uno de los cuadros más enigmáticos del Renacimiento es “Retrato de hombre con laberinto”, de Bartolomeo Veneto

Muestra a un señor de mirada bizca, que tiene el símbolo bordado en el pecho. El centro de la figura, sin embargo, está tapado por una espada. No puede conocerse

 

Y lo mismo pasa con la identidad del pintor y del pintado, de los que no se sabe casi nada. Misterio. Lo comprobable, lo seguro, es que ya en el siglo XVI -¡y mucho antes!- este tipo de diseños generaban sorpresa. Pero en la actualidad también hay quienes cultivan bifurcaciones extrañas. Mendoza tiene su propia cofradía de “hombres y mujeres con laberinto”, y vale la pena salir a encontrarlos.

Ahora bien: ¿Por dónde empezar? ¿Quiénes se dedican a estos asuntos y qué vida llevan? Desde Inglaterra, el historiador y laberintólogo Jeff Saward reconoce que se trata de una tribu de aventureros. Él es un ejemplo. “A principios de los ochenta me metí en la Alemania comunista para rastrear ciertos laberintos sobre los que no se tenía noticia desde el comienzo de la Guerra Fría”, dice. “Y hace quince años viajé al Ártico ruso, para investigar unos laberintos de piedra que hay en el ´lejano norte´. Oh, y estuve en la India en busca de un laberinto tallado en roca que se encuentra en Goa, posiblemente uno de los ejemplos más antiguos del subcontinente indio. ¡Buscar esas cosas me mantiene en forma!”.

En 1980, Saward fundó la revista Caerdroia, una de las pocas publicaciones especializadas en laberintología. La edición 2016 salió en mayo, y el equipo tiene planes de seguir. Jeff sabe que “hay una fascinación compartida” entre los aficionados. “He trabajado con muchos de estos entusiastas en las últimas cuatro décadas, y usualmente son tan extraordinarios como los laberintos que estudian”, tira. Para aprovechar los recursos de la web, Saward creó, junto a su esposa Kimberly, el sitio Labyrinthos.net, donde puede hallarse una buena cantidad de estudios introductorios.

Y a medida que los interesados se conectan, comprueban que el símbolo aparece en latitudes que no habían tenido vínculo entre sí hasta tiempos muy recientes. ¿Qué pasó? “La pregunta sobre cómo y cuándo los laberintos llegaron a tan diversos sitios y por qué se les dio usos tan diferentes es ciertamente interesante”, apunta Saward. Aunque a lo mejor hay motivos menos académicos para acercarse a estas tertulias. Saward no pierde el hilo. “La necesidad de caos frente a un mundo explicable y ordenado; la suspensión momentánea del tiempo y la orientación -dos de los principios que guían nuestra existencia- siempre han estado disponibles entre los muros protectores de un laberinto”, reflexiona.

La belleza de perderse

Ya se hable del Minotauro, de las líneas de Nazca, de la literatura de Kafka o de las oficinas de la Casa de Gobierno, la palabra “laberinto” actualiza una tradición que se pierde en lo más antiguo. Por eso sus metáforas son infinitas. Se ha dicho que son un mapa del pensamiento y del amor; tal vez porque los laberintos más bellos son los que no se basan en la repetición. Optar por la derecha o por la izquierda no debería dar lo mismo; ni debería dar lo mismo avanzar que quedarse quieto. Incluso se los ha comparado con la lectura.

Abandonar esta línea o continuarla implica detonar dos porvenires distintos: el tiempo también tiene la forma de un invisible laberinto.
Allá arriba, entre las montañas de Uspallata, aguardan varios laberintos casi secretos para la mayoría de los mendocinos. Su creadora es Yamila Marañón, artista plástica y una de las fundadoras del Parque de las Artes, que es un gran museo a cielo abierto.

-¿Cómo se le ocurrió empezar estas obras?

-Fue el laberinto el que vino a mí. Yo no lo busqué, solo abrí mis ojos. Cuando me vi frente a la inmensidad del valle y las montañas, me encontré frente al desafío de dar con una forma que pudiera expresar esa armonía. Reconocí mi pequeñez y fragilidad ante esa perfección, e ir hacia el interior fue el camino.

Idear un laberinto implica sensibilidad ante la emoción ajena. Si el artista elige el bien, construirá una especie de juego mágico. Si opta por lo negativo, puede terminar armando una pesadilla. “Los míos son siempre laberintos concéntricos, de tránsito fluido. No son tortuosos, ni buscan generar opresión o encerramiento. Las paredes son bajas o translúcidas. Se puede ver en qué lugar del espacio estás. Además, en su recorrido coloco obras escultóricas, y realizo intervenciones de danza o teatro e instalaciones sonoras”, aclara Yamila.

Marañón busca que cada visitante haga su experiencia. “Vos, decidiendo adónde ir, estás creando tu propia obra”, define. La meta es hacer “viajes para entender los pensamientos y emociones que afloran al deambular”. Ansiedad, frustración, alegría, euforia, momentos de detenerse o de avanzar. Todo eso ocurre cuando uno se permite el juego de perderse. Para los que se animan, “los laberintos se posicionan en ese espacio sutil entre lo que está afuera y lo que internamente nos moviliza”, cierra la entrevistada.

Un laberinto para vivir

Y sí, era imposible que no apareciera Borges. Desde 2003 germina, en la Finca Los Álamos (San Rafael), un jardín-laberinto dedicado al escritor. El sitio contiene siete mil plantas de arbusto -ocupa casi dos hectáreas- y en sus trazos esconde claves que solo un selecto grupo de iniciados conoce en su totalidad.

El paraje es sugerente. Alrededor se cultivan ciruelas, olivos y vides para la pequeña bodega Bombal & Aldao. El propio Ignacio Aldao, que se identifica como “guardián del laberinto”, cuenta que la idea fue de su hermano, Camilo, que plantó la obra y murió tres meses después (?!). Su memoria está llena de cariño. “Recuerdo que el desafío era llevar la estructura del papel a la vida real, respetando las proporciones originales. No era hacer un Laberinto. Era hacer éste”, recuerda Ignacio.

La construcción del Laberinto Borges, por otra parte, conecta con una historia apasionante. Resulta que quien lo imaginó fue Randoll Coate, un caballero inglés digno de cualquier texto de ficción. Tras haber participado en operaciones comando como paracaidista durante la Segunda Guerra Mundial, Coate se abocó a la diplomacia y -algunos afirman- quizá también al espionaje. Estando en Buenos Aires, se contactó con el ambiente literario local y allí nació su afinidad con Borges. Luego vino la laberintología y los diseños. Y uno de esos planos vino a parar a Cuyo.

Desde el primer contacto con aquellos papeles amarillos hasta la actualidad hubo que recorrer una senda que todavía continúa. Aldao resalta que “el Laberinto de Borges tiene muchos aspectos sociales. Al ser vivo, necesita de gente que lo cuide. Tiene la finalidad de recordar al escritor y su obra. Y debe ser un lugar de encuentro entre cualquier expresión artística y la comunidad de San Rafael”.
Afuera lo copian. En 2011 se plantó en Venecia un laberinto igual. “Cuando se inauguró, se iluminaron los dos laberintos al mismo tiempo, en Italia y en Los Álamos, Argentina”, cuenta Ignacio. ¿Por qué esa conexión? “Los laberintos son un universo en sí mismos. Tienen ciertos límites, pero cuando damos con la salida, esos marcos caen solo para que aparezcan otros, y volvemos a empezar. En realidad no está definido si el laberinto es un universo en sí mismo, o una situación que a la vez formará otro laberinto, y otro, y otro…”.

Bifurcaciones

La página del Parque de las Artes en Facebook está actualizada y postea noticias periódicamente. Los interesados en visitar el lugar pueden escribirle a los administradores.

El Laberinto de Borges también posee su espacio en las redes sociales, y suele tener un cronograma bastante activo a lo largo del año.

Labyrinthsociety.org es una sociedad internacional de especialistas y aficionados a los laberintos (en inglés).

Labyrinthos.net: sitio especializado donde se puede acceder a artículos sobre laberintología y a números atrasados de la revista Caerdroia (en inglés).

Textual

“Un laberinto es la defensa, en ocasiones mágica, de un centro, de una riqueza, de un significado. Penetrar en él puede ser un ritual iniciático (…) Este simbolismo constituye el modelo de cualquier existencia, que, a través de un número de pruebas, avanza hacia su propio centro. Es una experiencia que todo el mundo ha conocido. Pero es preciso decir también que la vida no está compuesta por un solo laberinto: la prueba se repite” (Mircea Eliade, “La prueba del laberinto. Autobiografía”).

“En mis cuentos hay muchas formas de laberinto. Hay por ejemplo, laberintos en el espacio y laberintos en el tiempo también. Hay un cuento mío, titulado -creo- ´El jardín de los senderos que se bifurcan´, en el cual se habla de un laberinto perdido. Esa idea de un laberinto perdido es algo mágico, porque un laberinto es un lugar en el que uno se pierde y no un lugar que se pierde. Por eso la idea de un laberinto que se pierde es doblemente mágica” (Jorge Luis Borges, durante una entrevista).

Un laberinto/solo se encuentra/en otro laberinto (Rodolfo Juarroz, Poesía Vertical, V, 45).

Fuente Los Andes

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